De la República pasaremos al Imperio, que se extendió del 27 a. C. al 476 d.C. Durante estos cinco siglos conformó la entidad política más grande e importante del mundo conocido hasta entonces, si bien alternando etapas de gran florecimiento y de honda decadencia sobre todo a partir del siglo IV de la Era Cristiana.
Como ya precisamos, la etapa imperial puede a su vez ser subdividida en dos períodos. El primero, denominado Principado se extendería hasta el asesinato del Emperador Alejandro Severo el año 235 d.C. El segundo, el Dominado, hasta el desplome del Imperio de Occidente.
El término Principado hace referencia al título de Princeps (primer ciudadano) o Príncipe, que el Senado concedió a Octavio en 27 d. C.
Contrariamente a lo que se ha sostenido en ocasiones, el Principado no fue una monarquía absoluta. Más bien supuso un concepto evolucionado de la constitución republicana y de sus instituciones.
En efecto, aunque asumiendo todos los poderes tradicionales de las instituciones conocidos por el mos maiorum, el Príncipe ejerce una suerte de control y supervisión de las magistraturas republicanas, que continúan ostentando sus funciones de costumbre. A este control y supervisión se adiciona simultáneamente un poder de moderación, para el caso de los conflictos que puedan surgir entre las diferentes instituciones del estado.
Por consiguiente, el Principado no puede ser configurado sino como un complejo y avanzado modelo político derivado de la República, evolucionado a partir de la misma y a la que gradualmente irá superponiéndose.
Durante el Principado se producirá un fenómeno capital en la evolución de la nobleza romana. Hasta entonces, los nobles formaban un grupo cerrado que tenía en común la adscripción a los linajes más antiguos de Roma. Desde los inicios del Principado, el Príncipe irá concediendo a los equites el derecho a formar parte del Senado en virtud de sus méritos y servicios prestados al estado. Ello supone la primera manifestación del acceso al estamento social privilegiado por concesión del Príncipe a personas no pertenecientes al mismo por lazos de sangre.
He aquí, pues, el germen de las concesiones regias de honores o gracias por voluntad del Soberano en contraprestación por méritos o servicios, que se producirá durante la Edad Media y se convertirá en un fenómeno que alcanzará su plenitud durante la Edad Moderna, en el momento en que la Corona asumirá el verdadero control del estado frente al poder descentralizador de la alta nobleza.
La tendencia continuará durante el Dominado y finalmente cristalizará en la aparición de los primeros títulos nobiliarios, si bien no con el carácter con el que los conocemos hoy en día.
Para conocer las posibilidades que tiene de obtener un título nobiliario feudal puede dirigirse a nosotros a través de la sección de contacto de nuestra página web.