El último régimen político del Imperio Romano de Occidente, que se extinguirá con el mismo, es el llamado Dominado que, convencionalmente, se considera que perduró entre los años 235 y 476 de la Era Cristiana, desde la muerte en Germania del Emperador Alejandro Severo hasta la deposición del último Emperador, Rómulo Augústulo, por Odoacro, caudillo de los hérulos.
En cuanto a su etimología, el Dominado hace referencia al título de Dominus (Señor), en cuanto a Soberano absoluto. No sería, no obstante, hasta el reinado de Diocleciano (284-305 d.C.), cuando se popularizaría el título de Dominus Noster (Nuestro Señor).
A diferencia del Principado, no constituyó en ningún caso una evolución de regímenes anteriores. Al contrario, puede bien ser considerado, y como tal lo ha sido por la historiografía, como una degeneración o involución del Principado.
Al hilo de esto, otra teoría tradicional sostiene que el Dominado no fue sino una verdadera monarquía absoluta amparada en la fuerza coactiva y militar del Emperador.
Precisamente por ello, debido a veces a la falta de vigor político de muchos reinados por falta de poder militar y coactivo, serán frecuentes durante este postrero período político las situaciones de tiranía, guerra civil y auténtica anarquía militar. Así, baste tener presente que el Dominado se inició con una rebelión militar y terminó con el desmoronamiento del Imperio.
Respecto de la nobleza, el Dominado no transcurrirá en sus más de doscientos años de vigencia sin incidencias. Es más, sus circunstancias políticas influirán y pesarán decisivamente en la evolución de la nobleza del Imperio.
En efecto, la profunda crisis económica que vivirá Roma durante el siglo III provocará que el estado pase por graves problemas para hacer frente a los gastos públicos en general y al pago de los ejércitos en particular. Ante esta situación, serán frecuentes los motines y rebeliones de las tropas, lo que generará una grave inestabilidad política.
El remedio habitual de que echaron mano los Emperadores fue la concesión del privilegio de formar parte del Senado a quienes contribuyesen económicamente a sufragar las deudas, ya fueren públicas o privativas del Emperador. A menudo estas personas eran equites poseedores de un cuantioso patrimonio.
Nuevamente encontramos así un antecedente de la concesión de honores y distinciones a cambio de contraprestaciones económicas, fenómeno que proliferará en todas las monarquías europeas de la Edad Moderna.
El estamento privilegiado, formado por los nobles de sangre y otras personas que acceden por estas vías al orden senatorial, pasará a ser denominado en esta época como potentiores. Los primeros serían conocidos como spectabiles, en tanto que los segundos recibirían la denominación de clarissimi.
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